"Me gusta pensar que la luna está ahí, incluso si no estoy mirando"



Ella es todo un enigma y fiel compañera,
es la fantasía de los navegantes,
parte esencial en las supersticiones,
con su cara oculta, oscura,
lugar donde habitan los espíritus y las brujas,
desolados, frustrados y marchitos,
la señal del apocalipsis, de nuestro fin,
la organizadora del tiempo,
la amante de la noche.

Ella siempre está sola,
siempre acompañando
pero nunca acompañada.

Unas veces roja,
de tantas puñaladas,
de tantos juramentos y promesas que le ofrecemos
y rompemos, olvidamos,
o simplemente de los que nos desentendemos.

Otras veces azul,
reflejo de tantas lágrimas que alimentan los océanos,
inmensos, cristalinos y salados. 

Baila una danza de colores,
blanca, plateada...
pero siempre brillante, imperturbable. 


 Eternamente en el firmamento,
en esa imagen intemporal en el tiempo,
ella, resplandeciente, radiante,
unas veces entera,
y otras deshecha.
A veces tan cerca que siento que la puedo tocar,
abrazar  y consolar,
otras tan lejos que siento que la pierdo,
que se marcha para no volver,
que me abandona.

Ha tenido muchos nombres a lo largo del tiempo
Isis, Selene, Artemisa,
pero ella siempre es la misma, no cambia,
permanece aunque nosotros desaparecemos,
generación en generación,
intacta, impasible a lo largo del tiempo.

Tiene rivales en este lienzo,
que la hacen partícipe del juego de canicas más violento,
que dejan huellas imborrables en su superficie,
que nos cuentan su dolor,
imposible de olvidar,
ajeno al paso de los años.

Ella,
la diosa de la noche,
la enemiga de la luz, del calor,
pero mi fiel compañera.
Querida y bella Luna.










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