ERAM  QUOD  ES,  ERIS  QUOD  SUM 

Clavo mis rodillas en la húmeda tierra cubierta de cenizas provocadas, por mi violencia y mi furia, y alzo temblorosamente el brazo que agarra débilmente esa poderosa llama encerrada en el cándil, símbolo de la batalla ganada, símbolo de que no admito una rendición. El acantilado me da la enhorabuena y el viento se cuela por mi rasgada ropa. Mi cabello ondea al aire como una bandera de victoria, como un grito de triunfo. Me postro ante ti, estoy a tu disposición, a tu merced.
Me tientas hábilmente para que firme el contrato, para que yo sea tuya, para que sea tu pertenencia, una valiosa y codiciada posesión. Sacas una vieja y ardiente pluma del bolsillo y un interminable pergamino. Lo intento coger pero abrasa, noto como me quema en la ensangrentada piel de la batalla y como se van formando esas dolorosas llagas. Miro el papel y me transporta a otra dimensión, al sótano de la perdición. Caigo como peso muerto en una abandonada górgola capitaneada por un espíritu carcomido por su propia conciencia. Estoy rodeada de almas en pena, de aullidos de ultratumba y de entes de ficción. Cuerpos desintegrados, almas desgarradas, cristales rotos y botellas de Whisky vacías. Parece el escenario de un despiadado combate infinito, donde la naturaleza lucha con la más despiadada fantasía.
Te vas abriendo paso entre esa mulitud que me horroriza. Pareces tan cómodo en esta tierra donde el ocaso reina y no se observa amanecer alguno desde el día del juicio final, desde el día de tu condena. Desde aquel entonces estás pagando con centenares de intereses tu estúpida osadía, desde aquel entonces en el que hipotecaste tu insignificante vida.
Llevas una túnica granate que arrastra por ese suelo inerte enmoquetado de odio, allá donde pisa ya no crece la vida. Todo lo extingues, todo lo matas. Me guías lentamente hacia un enorme lugar. Caminamos decenas de metros mientras que diviso centenares de ladrillos apilados y miles de tumbas, miles de familias rotas y de sueños destruidos, reventados. Millones de noches en vela, sollozando sin descanso. Solo observo sufrimiento y dolor. De repente te paras frente a una lápida borrosa, creo que sin dueño, sin nombre. Me das la mano y me enseñas mi propia muerte, mi propia destrucción. Es entonces cuando todo se vuelve claro, se vuelve nítido. Las letras se reorganizan y aparece grabado mi nombre, mi fecha, la duración de toda una vida. Deberías estar contento, has ganado, has vencido, pero me pregunto ¿cuándo el diablo no vence, cuando relamente pierde?
Agitas valerosamente el acuerdo, pero no te brillan los ojos, es más, puedo ver una valiente y débil lágrima recorriéndote ese rostro curtido por los años, por la soledad y las sombras. Pronuncio las palabras más desesperadas de mi vida pero me tiembla la voz y son un leve y silencioso susurro.
Sí, acepto venderte mi alma a cambio de una vida eterna, a cambio de no sentir, de no sufrir. A cambio de ti. Le ofrezco a los dioses del Olimpo mi ser, mi esencia a cambio de una insensata eternidad. Pacto con el ser más infernal que existe para no dejar de vivir, para aferrarme a lo que ya siento sin ti.
Contradictoriamente y contra toda lógica nos enamoramos, es por eso que hoy estoy aquí, mientras que  tu risa retumba en el lugar, el eco se vuelve ensordecedor y rastrero. Me intimidas con la mirada, trago saliva e intento recomponerme. Te acercas como un lobo feroz a su presa, lenta y suculentamente. Me despojas de mi individualidad, de mi yo, y me marcas. Llevo la marca del diablo en el cuerpo, llevo tu sello, encarno tu papel. 
Sin ninguna ceremonia me besas mientras que me muerdes dulcemente el labio. Ya no quemas, ya no abrasas, pero en seguida te distancias, y siento que te pierdo, siento que soy ese gatito que se enamoró de la pantera más fiera, siento que soy ese hielo que intenta no descongelarse en un volcán. 
Agacho la cabeza y miro detenidamente el suelo mientras que me voy alejando, pero antes de dejarme marchar, antes de poder olvidar me susurras al oído con una voz desgarradora y fantasmal: eram quod sum, eris quod es. Y es desde ese día en que que fallecí y volví a nacer, es desde ese momento en el que yo soy lo que tú eras, y tú serás lo que yo fui.


Comentarios

  1. Tienes talento, me gusta la historia y como haces que quien lo lee se meta en el personaje. Sigue así

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    1. Muchísimas gracias. Es un placer leer que lo que haces gusta. :)

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