RÉQUIEM POR UN ALMA EN PENA


Un autobús sin pasajeros, una ciudad sin habitantes y los fantasmas de la noche. Es la única melodía que recuerdo, es lo único que reconozco. Silencio, únicamente silencio. Solo oigo mi respiración entrecortada por el basto frío y mis pisadas pesadas sobre el duro asfalto. No tengo ganas de pensar, hoy no, me digo a mí misma. Continúo mi camino, acompañada por mi sombra, que siempre me intenta superar, que corre para que no pueda alcanzarla, que me observa detenidamente y no la importa ser vista mirándome, atormentándome.

Giro a la izquierda, subo los quince escalones y me paro. Intento tomar aire, exhalo el último ápice de la libertad, de mi libertad. Cierro los ojos y disfruto del olor del invierno, ese olor a chimeneas de leña y ese aroma de chocolate caliente. Vislumbro el brillante color blanco de los frágiles copitos de nieve, y siento su frío en mis manos, en esas manos enguantadas que no quieren sentir, que no quieren sufrir.

Centenares de recuerdos atropellan mi mente, la saturan. Las lágrimas empiezan a resbalar por mi mejilla. El maquillaje ya no puede tapar todo el dolor, tanto sufrimiento. El rimel deja su huella por mi insensibilizado moflete, dejando una cicatriz negra a su paso. Intento controlar mi respiración, aunque sin nigún éxito, y respiro hondo, tratando de coger la mayor cantidad de aire posible. Evitando a toda costa llorar, no quiero llorar más. Ya lo he hecho demasiadas veces, tantas que ni las recuerdo, tantas que me he cansando ya. Tantas veces y la mayoría de ellas tan sola, tan desolada. Siendo mi propio hombro mi punto de apoyo, mi consejero, el que eschuchaba día y noche la misma historia, la misma obra, el mismo cuento. Eso es lo que queda del pasado, una tormenta, un gran vendaval que no divisaba ni paz ni gloria. Un gran agujero negro de emociones, o un torbellino de inquietudes que desencadenan en las más peligrosas de las inseguridades.

Decido abrir los ojos para poder captar todo el paisaje, esos edificios viejos que espero no volver a ver, esas carreteras solitarias, esas suaves colinas de fondo. Intento memorizar cada detalle, cada ladrillo desgastado, cada adoquín levantando. No desisto, ya que prefiero tenerlo todo en mi cabeza, en mis recuerdos, a tener que vover.

La vida me ha tratado tan mal, que he decidido darla la espalda y luchar. Lucho por mí, porque soy la única que puede vencerme y a la que puedo vencer. Porque soy la digna rival de mi misma, soy mi enemiga más fiel, más astuta. Como una loba, sé cómo y cuándo hacerme caer, pero también se cómo levantarme y ponerme a correr. Aunque el destino me haya maltratado, no ha conseguido amordazarme, no ha conseguido desmembrar mi espíritu y mi alma, no ha logrado convencer a mi corazón del más puro esceptisimo ni a mi cabeza del más loco misticismo.

Se hace tarde, pero no me apetece volver a casa, a esas cuatro paredes que contienen miles de cajas. Toda una vida resumida en cajas, suena desolador. Estanterías desarmadas, sueños rotos y promesas que nunca llegarán a culplirse. ¿Esto es la vida?

Palabras que duelen, pero que son volátiles, se las lleva la marea en esa danza pasional que tiene con la luna. Pero los actos pesan, son como el plomo, se hunden, no flotan, no resurgen de entre las cenizas, no se perdonan. Queman o hielan, adormecen o despiertan. Nunca se olvidan, siempre permanecen, son inmutables, son como pequeños dioses. Dioses malos, dioses que nos incitan a odiar, a pecar, a golpear y a intentar aferrar con tanta fuerza, que terminamos hundiendo.

La fantasía es una realidad, es un número complejo, no es más que una ecuación diferecial. Ella es la gravedad que atrae a los diminutos granos de arena a caer, a marcar el paso del tiempo acompasado por un suave y leve tic tac. Ella es la fuerza destructiva que incita a los huracanes, que provoca a las mareas y castiga a los anticiclones. Ella es creadora del todo, y destructora para la nada.

Decisiones pésimas de la vida que nos provocan que anhelemos presencias ya perdidas, espíritus de la noche, fantasmas del pasado. Decisiones que marcan el pasado, el futuro y el presente. Decisiones que nos marcan, que nos señalan, que llevamos atadas a los pies y a las manos y que pesan toneladas. La vida nace mientras yo muero. Todo es una pesadilla, es una maligna vigilia, es intentar despertar de un sueño eterno. Es intentar matar a la inmortalidad o engañar al diablo. Es procurar jugar a un juego de niños con el universo y tratar de aplicarle al infinito el concepto de finito. Es procurar curar las heridas con más puñaladas y sanar el dolor con más sufrimiento.

Dazle paz a mi espíritu, y conciencia a mis actos. Rezad por mi alma, y no lloreis por mi cuerpo. Concedezle amor a mi corazón y piedad a mis lágrimas. Traicionar todo acto de maldad y liberar cada insustancial sentimiento.
Solo te pido un réquiem por esta alma atormentada, un réquiem por esta alma en pena. 






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