CRISTALES  ROTOS

Agarré con ambas manos la humeante taza de té. Desprendía una fragancia a frambuesas que me hacía sentir tan pequeñita y sola. Una desobediente lágrima se deslizó por mi suave mejilla y cayó, cayó como la taza. Se quebró, se hizo mil añicos y rompí a llorar. El suelo ahora estaba cubierto por cristales rotos, por sueños despedazados y unos caprichos no condecidos. Me mordía el labio con tanta furia que empezó a sangrar, pero el temblor y la desesperación no desaparecían. Seguían ahí ganándome la batalla, haciéndose más fuertes mientras yo fallecía lentamente. 

Agarré uno de esos pedacitos y me lo clavé en el antebrazo. La sangre borboteaba por todas partes. Tambaleando me acerqué a la pared y con mi propia sangre escribí:
Ahora puedes ver el reflejo de toda esta historia inconclusa y rota. Ahora eres tú el que se ahoga en tus propios vicios, en tus papeles mojados, sin mí. Me cansé de esperar a ser tu droga, pienso que a lo mejor no soy lo suficientemente buena para tí, pero es que tú eres un adicto a todo tipo de estupefacientes malos, a esos que te dejan mal cuerpo y te quitan las ganas de vivir. Sé que tu adicción es mi anhelo, y tú sonrisa mi somnífero. Pero ya es tarde para mí, me aburrí de esperarte, de buscarte y no encontrarte.
He caído en una horrible depresión en la que solo oía tu voz, en la que solo imaginaba tus besos en el cuello, o el peso de tu cuerpo hundiendo mi cama. He llorado durante horas por ti, por el capricho de que tu piel abrasase la mía y nos consumiéramos por la pasión y el deseo.
Podías haberme pedido cualquier cosa, te lo hubiese dado todo, me hubiese entregado a ti, me hubiese aferrado a tu ancho pecho y arañado tu espalda. Pero ya no, no soporto que me ignoren, que simplemente me desprecien. Te regalo mi corazón pero no voy a estar allí cuando decidas destrozarlo. Ya no. No volverás a ser mi carpicho. 

Todo lo que sucedió después son recuerdos que se agolpan bruscamente en mi memoria. Recuerdo que me desmayé por la pérdida de sangre, y me ví en la camilla del hospital con los médicos intentando reanimar mi cuerpo sin vida, intentando que mi corazón volviese a palpitar. Me llevaron a la UCI y conectaron el desfibrilador. Cada descarga me dolía más y más, cada vez lo intentaban con más aínco. Podía notar su frustración, su melancolía. Por fin se dieron por vencidos, y decretaron la hora de mi muerte a las 02:39, curiosamente la hora en la que hace 4 meses empecé a jugar con fuego, empecé a soñar y a navegar con fantasías que sabía que me iban a matar. 

Lo que más me dolió fue veros llorar, ver tantas lágrimas descender por vuestros rostros, rostros llenos de dolor, demacrados por noches en vela esperando a que llamase o entrase con una sonrisa por la puerta.  Días en los que la lluvia os acompañaba y sentíais mi presencia. Palabras que nunca pronunciastéis por miedo y por cobardía. Todo eso os reconcome y os atormementa cuando véis ese ataúd con 17 rosas rojas. Cuando intentáis darme el último adiós.

Pero fui yo la que decidió enamorarse de semejante individuo, fue mi elección. Dichosa elección, y por eso soy yo la que debe pagar por sus actos. Jugué a ser Dios y perdí, no quise vivir con esta derrota, me rendí, me desesperé. Pero ahora lo he perdido todo, no, no te he perdido a ti porque nunca te tuve, os he perdido a vosotros, por mi insensatez, por mi desconsuelo.

Lo único que he logrado es que mi rostro no se refleje en un espejo. He conseguido que tú me odies, te sientas culpable de mi muerte y te refugies aún más en la botella de Ballantine´s. Aquella que acaba vacía cada día y en el suelo, rota en millones de pedacitos.

Pero no quiero que mi recuerdo te atormente, pronto lo habrás olvidado. Piensa que soy como una hoja seca de otoño, que cae del árbol y zarpa con el viento. 










Comentarios

Entradas populares