El ANCLA QUE ECHÓ A VOLAR


Nota para aquellos lectores preocupados porque no saben a dónde quiero ir a parar con mi vida real:
"No disfruto sufriendo, y tampoco me gusta llorar porque me siento débil y pequeña. Pero mientras me intento hacer la fuerte, intento superar, superarme, os oigo pensar que no sabéis a dónde voy, o a dónde quiero ir a parar. Os veo esa cara de preocupación cuando dejo de sonreír y de hablar, cuando simplemente escribo lo que siento, lo que quiero decir de verdad. Porque esto no es ficción señores, desgraciadamente es la pura realidad. Es relatar una historia, una vida real, con sus miedos, con sus fracasos, con lo que siento de verdad. Es una vida, es algo que se puede contar. Algunos pensarán que es egocentrismo, mientras que para mí es un gran acto liberal. Es una válvula de escape, es dejar tus sentimientos volar.
Es librarte de todo lo que no quieres amarrar, es llorar, es reír, es ver el tiempo pasar.
Es ver en qué te has convertido y a lo que puedes llegar. Lo es todo.
Ni yo misma sé a dónde quiero ir, qué camino tomar. Pero no estoy preocupada. Tampoco vivo sin más, vivo feliz, vivo triste, vivo porque quiero vivir.
Pero la vida es así, descensos y ascensos, hasta que se marchita, y ahí es donde no hay vuelta atrás. Pero mientras, escribiré lo que siento.
Siento que no os guste lo que pasa por mi mente, pero a la única que puedo decepcionar es a mí misma. Y ya lo he hecho, y no lo quiero hacer más. "
Firmado: mi yo real

 El ANCLA QUE ECHÓ A VOLAR

Hacía tanto que no me daba la luz del sol en los ojos.
Hacia tanto que no lloraba sola en el autobús, rodeada de gente y en cambio sintiéndome tan sola.
Hacía tanto que no me sentía tan triste, tan pequeñita mientras veía al mundo tan grande, tan inmenso esperando a comerme.
He superado tanto, he vivido tantas cosas malas que me pregunto cómo puedo sonreír y ser feliz. Tantas mentiras, promesas, te quiero y te necesito que han volado, que han desaparecido con la lluvia, que las ha enterrado la marea.

Jodido pasado que quieres volver y dejarme malherida de nuevo, que quieres hacerme dependiente de mis obligaciones, seguidora nata del destino y espectadora de mi propia vida. Quieres hacerme parecer un espectro que no puede cobrar vida, que no puede decidir, que no puede caminar sin sentirse dolida.

Recuerdo a recuerdo van abriendo las heridas, van descosiendo los puntos, y hacen que todo se vuelva rojo, que duela, que amargue y que haga añorar algo que decidiste dejar volar, que decidiste dejar atrás.
Rememorando despacito aquellos momentos tan bonitos que pasamos y que me hacen sonreír preocupada hacia el presente, hacia el futuro, hacia mí.

Pero todo se desvanece con el tiempo, como ilusiones ópticas, como nubes de humo. Y vuelvo a estar ahí, otra vez, de pie, frente a frente a mí, de nuevo. E intento huir de mi, de ti, incluso del propio tiempo y espacio. Huir de todo, pero incluso en la nada hay un todo y no puedo escapar.

Como una princesa prisionera de su propia torre, que se encierra ella sola sin saberlo, sin ni si quiera entenderlo. Sin poder aguantar más, pero levantándose día tras día.

El reloj va marcando el lento desfallecimiento del tiempo, segundo a segundo con el suave tic tac de las agujas, y sigo esperando un milagro, tal vez algo o tal vez nada. Pero no quiero estar muerta por dentro, no quiero un alma negra con la que ser recordada.
Corro, grito, pero nada. No llego a ningún lado.

No busques perdón porque yo no soy la que tranquilizará tu conciencia. No busques nada porque yo sigo sin encontrarme aún. No sé a dónde ir ni a dónde llegar, tan desorientada con el mapa del destino, pero a ojos de los demás siempre tan decidida y segura de la dirección que tomar.

Vivo soñando pero no sueño viviendo. Inconcluencias de una vida que nadie quiere reconocer que desea, que espera como castigo.

Últimamente me tengo que tragar mis lágrimas junto con mi orgullo, por elegir lo que no debía, por buscar comprensión en alguien incomprensible, por intentar encontrar mi mirada reflejada en otros ojos, por fallarme mientras dejaba de quererme.

Y sí, me enamoré sin saber cuánto iba a doler, me enamoré de aquellos ojos tan profundos que guardaban tantos secretos, me enamoré de un fachada que creía perfecta. Pero no, no todo era tan perfecto cómo parecía, yo buscando tu mirada y tú sin ayudarme a buscar una salida.
Me enamoré de tu olor, de tus gestos hasta de tus hoyuelos. Me enamoré completamente de ti, sin quererlo, te lo aseguro. Pero apareciste en el peor momento, y ahora estás aquí. Cosas del destino.

Y ahora me pregunto qué hacer, cómo actuar, incluso he dejado de saber respirar. Y cada vez que te veo siento como si se me clavaran todas las espinas en el pecho, como si estuviera a los pies de un precipio, del que solo me salva tu mirada, tu sonrisa. Pero me dejas caer como si nada, como si no te importara nada, y duele. Demasiado. Como si me desgarraran por dentro, como si me estuviera muriendo lentamente.

Y sí, duele, duele verte y no poder besarte, ni tan si quiera tocarte.
Pero no sentimos el dolor hasta que nos acontece, hasta que se nos pone la piel de gallina de los cólicos o nos escuecen los ojos de las lágrimas. Porque mientras, somos egoístas. Y Tú, cariño, eres un gran egoísta.

Pero no, no se sufre por amor, porque nadie muere por nadie. Sólo te dejas morir. Se sufre por miedo, por miedo al fracaso, que lo asimilamos con amor, con esas reacciones químicas que no nos dejan tranquilos, que no nos dejan dormir, que nos desvelan, que nos atormentan. Porque no nos gusta estar solos, porque en esta sociedad todo se vende en parejas, en pares, en conjunto.

Pero, cómo no podemos entender que solo nos hacemos falta nosotros mismos para ser felices, cómo no podemos ver que por nosotros mismos pordemos respirar... Tantas preguntas y una única respuesta: miedo a la soledad. Pero ella no es mala, está infravalorada, no es un enemigo, es tu mejor aliada. Es tu cómplice, está en tu anatomía.

Duelen tantas cosas, ¿verdad? Pero sigo pensando que más duele una puñalada, o una caída en la gravilla. Pero de eso siempre nos levantamos y seguimos andando, nos curamos, y después quedan cicatrices. Pero después son solo eso, cicatrices. Así que he pensado que sólo hay dos opciones: o te hundes con el ancla, o haces que ese ancla vuele contigo y se convierta en alas.

Yo ya he decidido. Ahora es tu turno ¿tú qué decides? Pero recuerda, el tiempo no espera a nadie, ni si quiera se espera a sí mismo.






Comentarios

  1. "no disfruto sufriendo, y tampoco me gusta llorar porque me siento débil y pequeña. Pero mientras me intento hacer la fuerte, intento superar, superarme, os oigo pensar que no sabéis a dónde voy, o a dónde quiero ir a parar" una fortaleza inexpugnable resiste embites e intentos de asedio por todas las fuerzas que quieren derruirla pero ella se mantiene en pie, y en épocas de paz se repara y refuerza con los conocimientos obtenidos del anterior ataque. Se siempre como ella, mantente en pie.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Eres muy grande.
      Pienso que poco a poco tienes que superar las cosas, que al tiempo tiempo. Pero no siempre puedes.
      Supongo que el destino es caprichoso y te va a volver a exponer a la situación, para comprobar si lo has superado o si vuelves a caer.

      Eliminar

Publicar un comentario

Entradas populares