EL REFLEJO


Todo es tan divertido hasta que se acaba, hasta que se escribe ese maldito punto final. Decenas de historias rotas por el qué dirán, cientos de cuentos inconclusos por miedo a si me rechazará. Miles de ilusiones despezadazas, arrojadas, desordenadas, violentamente aniquiladas. Cortantes, punzantes, que duelen, que recuerdan, que queman, que permanecen, que ahogan.

Todo es tan perfecto hasta que te das cuenta de la imperfecta realidad. De lo ciegos que estamos, de esa venda que nos llena de oscuridad, de esas pesadas cadenas que nos impiden avanzar, de esos recuerdos que tantos ojos llorosos provocan, que tantas lágrimas nos hacen derramar, que tantos llantos hacen resonar.

Todo es tan increíble cuando ves que ya se ha acabado esa botella de Barceló, cuando notas que el alcohol entierra los sentimientos que están grabados con fuego, que aún te queman. Pero no olvidas, solo entierras, solo intentas sepultar tus acciones, tus miedos.

Pero ni todas las cartas de amor, ni todos los besos apasionados, ni todas esas caricias que ponen la piel de punta son tan sinceras como aquella lágrima que se derramó por su mejilla. Después de esa valiente llegaron más y más, miles de lágrimas iban dejando su rastro salado y brillante por su rostro, sonrosado por el llanto.

Estaba derrumbada en el suelo, mirando fijamente a esos ojos que se reflejaban en el espejo. Aquellos ojos profundos que escondían tantos secretos, tantos deseos, tantas fantasías y tanto dolor.
Esos ojos negros enrojecidos por el llanto que desvelaban tanto que daba miedo mirar a través de ellos. Era como una puerta al pasado, al más infernal abismo. Era un viaje sin retorno, con un billete solo para la ida, pero no para la vuelta.

Ahora todas esas promesas, esas ilusiones estaban rotas. Qué fácil fue romper todo en lo que ella creía, destruir su pilar de soporte. Fue como tirar un jarrón de vidrio y observar a cámara lenta como se rompía en miles de pedazitos, en millones de piezas como un puzzle de nunca acabar, como una historia interminable.

Quería escaparse del mundo, coger un tren que la llevase lejos de todo, incluso lejos de ella misma. Pero no pudo, simplemente no puedes separarte de ti misma. Puedes quitarle todas las espinas a una rosa, puedes ver el sol en un día lluvioso, puede que después de la tormenta llegue la calma, incluso puedes intentar ser algo que no eres. Pero aún así, la esencia permanece inalterable, intacta con tus decisiones, con tus acciones.
Tú sigues siendo tú, da igual en lo que creas haberte convertido, da igual que le muestres al mundo el rostro que ellos quieren ver, da igual. Todo es indiferente. Afortunada o desafortunadamente seguimos siendo los mismos, con más cicatrices gracias al destino, con más recuerdos, con más tiempo invertido.

Pero su reflejo la seguía mirando fijamente, y lo que más la mataba es que no le reprochaba nada, no sentía ni dolor ni rabia por ella. Sólo preocupación por ver en lo que ella creía haberse convertido, por lo que estaba dejando escapar aunque pareciera que lo arañaba para no dejarlo ir.

Pero ella nunca dejó de luchar, y ese fue el problema. Toda una vida luchando, intentando sobrevivir, siendo víctima porque la daba más miedo pisotear que ser pisoteada. Creció viendo la vida como un despiadado combate por la supervivencia, pero no es nada de eso. No es un camino acolchado de nubes, pero la vida es así. Siempre te sorprende. Te hace más fuerte pero no a base de palos, no a base de moratones.

Con una fuerza de voluntad que hasta ella creyó perdida se miró al espejo y con un hilo de voz consiguió decir;

                            Lo siento, siento haberte tratado tan mal, siento no haber confiado en ti como los demás decían que lo hacían, siento haberte puesto la zancadilla y ver como te caías, sin hacer nada, siento haberte lanzado al vacío tantas veces sin paracaídas.
                          Siento tantas cosas que no dije por miedo, que no hice por miedo.
                         Pero ante todo siento haberte fallado, te intenté apartar de mi lado, te intenté cambiar, alterar, adaptar a lo que yo quería que fueses. Pero no puedo.
                         No puede haber una navidad sin nieve, un té caliente en los días fríos ni que falte una sonrisa incluso en los momentos más grises.

Llevaba días con los ojos llorosos y un poco abatida. Pero no era un virus lo que la provocaba todo esto, era comprender que el tiempo no espera a nadie, ni si quiera se espera a sí mismo. Era comprender que el tiempo hay que vivirlo porque se va extinguiendo, segundo a segundo, día a día. Era entender que la vida son locuras, son recuerdos cargados de ironía.

Pero la cruda realidad es que ella se sentía vacía, pasaba las horas buscando el amor en cada esquina, buscando alguien con quien compartir la alegría.
Porque ¿de qué sirve buscar la comprensión en alguien incomprensible?
Porque ¿de qué sirve buscar el amor en alguien que no te quiere?
Porque ¿de qué sirve buscar a alguien que no te busca, que no quiere encontrarte?
Porque ¿de qué sirve soñar con alguien que no te sueña, que no te habla, que no te mira?
Pero de tanto buscar, de tanto esperar a su amor ideal, y de no encontrarte se sentía aún más vacía, como la plaza de un pueblo en enero, como el océano tan desolado.

Y estaba tan pérdida como un náufrago en el mar, como una gotita de agua dulce en compañía de agua salada, como un día lluvioso en pleno Agosto. Tan perdida como cuando te mira a los ojos.

Pero ella pidió su deseo, un deseo tan osado como humilde, pidió volver a ser ella con todos sus defectos y ante todo, con sus infinitas cualidades.

Y besó su reflejo en el espejo.


Comentarios

  1. Emocionada. Me encanta. Autenticidad y coherencia contigo misma y la Vida que deseas vendrá sola.

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  2. Se amó a si misma, y empezó a vivir.

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  3. Precioso y sincero. Me declaro fan del final: "Pero ella pidió su deseo, un deseo tan osado como humilde, pidió volver a ser ella con todos sus defectos y ante todo, con sus infinitas cualidades".

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