chaos

Viajemos a tierras extrañas,
 a tierras nórdicas,
a tierras mágicas,
donde la fantasía se palpa en los frondosos bosques,
donde varios soles sacuden el horizonte,
donde el agua sea amarga.

Viajemos a tierras lejanas,
donde nacen y mueren las estrellas,
donde la gravedad no te impida saltar todo lo alto que quieras.

Viajemos a tierras embrujadas,
donde el suelo aún quema tras la hoguera,
y la brasas aún viven,
pero ellas ya no están.

Busquemos sirenas de montañas,
corazones de hielo,
lágrimas de cristal.
Busquemos la inmensidad del océano,
busquemos hojas de papel.

Bebamos nuestro propio veneno,
para cortar nuestra brusquedad,
para dejar de jugar al escondite,
ese juego de nunca acabar.

Amemos con el corazón,
dolido y apaleado,
pero que aún guarda un gran amor.

Pisemos la nieve descalzos,
para sentir como el frío quema,
para ver nuestro aliento condensado por el frío,
corramos desnudos por el bosque,
para sentir la libertad que siempre deseamos,
con la que siempre tratamos de acabar.
Aullemos con los lobos,
para sentirnos como uno más.

Imaginemos historias descabelladas en lugares inhóspitos,
para seguir dando vida a los recuerdos,
para ver que no podemos controlar el tiempo,
para intentar controlar lo incontrolable,
para crear caos intentando crear tranquilidad. 

Despidámonos con un beso,
de esos que no se puede llevar el viento,
de esos que perduran al olvido,
de esos que cortan la respiración
y aceleran los latidos del corazón. 

Olvidemos ese afán por lo inmortal,
porque todo lo bueno se acaba,
porque todo se merece un punto y final.

Rompamos la reglas para poder jugar,
porque el azar no es una ciencia,
porque las cartas son un juego de azar.,
porque el destino no puede jugar,
si no le invitamos a ello.

Riámonos de nuestras imperfecciones,
de esas pequeñas manchitas,
o de la cantidad de lunares.

Hablemos de sentimientos, de sexo, de juegos,
hasta que se esconda la luna,
hasta que el alcohol se acabe,
hasta que nos aburramos de no contarnos nada.

Contemos historias absurdas,
como una mitología del siglo XXI,
como una historia de amor sin princesas.
como un cuento sin protagonistas,
como la vida misma.

Empañemos los cristales,
del baño o del coche,
tanto de día como de noche,
juntos o separados.

Tomemos esa bocanada de aire,
denso y contaminado,
que nos llena los pulmones
para que aguantemos,
para que no estallemos.

Vivamos mientras podamos,
que algún día moriremos,
pero siempre seremos recordados,
por esa rosa a la que quitamos las espinas,
por esa tormenta a la que nos enfrentamos,
por esa nube gris que sonreímos,
por ese charco que pisamos.

Seamos libres,
seamos dioses.



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