EFÍMERO


-¿Siempre tiene que doler todo?- Le preguntó la pequeña con lágrimas en los ojos, y sin poder contener el llanto-.
-¿El dolor es malo? -Contestó ella, y antes de que la pequeña articulase palabra, continuó.- No, no contestes. Escúchame.
¿Y si te dijera que el dolor es lo que nos hace humanos, lo que nos hace sentir con fuerza, amar con los ojos cerrados, odiar con la furia de los titanes y sentir con el corazón desnudo?
¿Y si entendieras que todo duele, pero todo pasa?
Como el invierno, que se despide con esa sensación de que lo hemos perdido todo, de que nos hemos estrellado y no nos podemos salvar. Esa sensación de estar perdidos aunque llevemos la brújula con nosotros. Pero después, todo cambia, y aparecen esos rayos de sol que nos invitan a encontrarnos, a buscarnos, simplemente a dejar de escondernos.

Nada se queda estanco eternamente, es simple, lo eterno no existe. No puedes prometer un para siempre, ni un infinito, porque tu mortalidad te lo impide. Porque todo caduca, lo divertido es no saber cuándo. Lo increíble es cómo jugamos a tientas con nosotros mismos.
Es disfrutar sin pensar en que le quedan 3 días o tan solo horas para que todo se arruine, y se acabe. Es intentar disfrutar el momento, porque nadie tiene la certeza de que mañana se vuelva a repetir.

-¿Y no te cansas del dolor?- Preguntó la pequeña secándose las lágrimas-.
-No, porque cada vez duele distinto. Aprendes a amar de manera diferente, a no entregarte a la primera, a cuidarte tú, a escucharte cuando necesitas decir basta. A parar cuando no puedes más, a alejarte cuando las situaciones te superan, cuando sólo te necesitas a ti.

Es como bajar escaleras, al principio no sabes, y bajas con las rodillas, pero al cabo de un tiempo, ya sabes que después de un pie, se coloca el siguiente. Aún así, siempre te volverás a tropezar, y caerás. Y durante un tiempo, que pasará tan rápidamente lento, tendrás miedo de volver a caer, y no querrás volver a intentarlo. Pero el tiempo, es el mejor medicamento para el dolor, lo cura todo.
Absolutamente todo.

Con las primeras caídas lloras y pataleas, y te niegas a perder, a tener que renunciar a alguien a quien quieres. En las siguientes, vas llorando menos, hasta que dejas de llorar, porque aprendes a que tal vez, es lo mejor que puede pasar en ese momento. Tal vez, es el desencadenante que necesitas para volver a encontrar tu camino, para volver a encontrarte.

-¿Y no te arrepientes de haber llorado por personas que no te querían a su lado?
-¿De qué sirve arrepentirse si lo que sientes en ese instante no lo puedes cambiar?
-Pero, ¿y no te da miedo perder?
-¿Qué es perder? ¿Perder a alguien o perderte a ti?

…………….…….

Y así, se pasaban las horas sentadas en el tejado, acompañadas de la Luna, mirado la inmensidad del cielo decorado por infinidad de estrellas.




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